Llegué a la casa y estaba todo más hermético que nunca. Un amable desconocido tuvo que ayudarme a abrir la puerta de calle, mañosa de años ella. De no haber sido socorrida no habría insistido demasiado, esa casa pide respeto a gritos.
Aunque ya conocía los requriemientos para permanecer en el set, sentí la necesidad de incrementar las precauciones. Estaban utilizando ambas plantas de la casa, por lo que no quedaba rincón donde relajarse un poco. Alguien al pasar me dijo: "Andá a ver arriba, hoy es el día de las mutiladas" y yo sentí que la saliva que estaba a punto de tragar se había vuelto frazada de lana. Para peor, ya me habían visto e identificado, por lo que era prudente que circule al menos unos minutos, que me haga ver, que haga de cuenta que estaba fotografiando algo interesante. Entonces caminé, lentamente y con cuidado de no pisar siquiera una araña, pensando que tal vez se tratase de algo que pudieran necesitar para el rodaje (para mi no haría falta nada más que eso). Subí las escaleras hacia mi inevitable destino: "Las mutiladas".
Mi travesía por la planta alta fue breve. Duró un vistazo a una habitación llena de actices siendo transformadas, un pequeño recorrido por la escenografía, y un breve contacto visual con el director (ese tipo serio de barba), que bastó para mandarme a buscar otros rumbos. Si hay algo que jamás haría es llevarle la contra a una persona que hace películas de terror.
Una vez abajo, mientras luchaba contra mi exagerado instinto de supervivencia por no escabullirme definitivamente hacia la calle, escuché varias voces que provenían de un cuartito ubicado a la derecha y al final del pasillo que conduce al patio de la casa. Me acerqué para ver que allí se encontraba, recostada sobre una especie de plástico transparente, una de las actrices protagonistas de este film.
El cuarto estába ambientado como lo que vendría a ser un sótano/taller mugriento. Y a
Camila, la actriz en cuestión, la estaban untando en forma abundante con algo muy parecido a una gelatina amarillenta, mientras realizaban planos bien detallados del efecto de dicha sustancia en su piel, que yo podía observar en un monitor ubicado a la entrada de una habitación que se encuentra al otro lado del pasillo
Quise asomarme para poder ver más directamente a Camila, pero entre camarógrafo, asistentes y untadores de gelatina amarillenta obstruían por completo mi campo de visión. Solo pude escuchar una voz masculina insatisfecha con la cantidad de sustancia que había sido aplicada. Inmediatamente después de las quejas una chica salio del cuartito con un vaso de material descartable en la mano y decidí seguirla. No pude salir de mi asombro al descubrir el sitio del cual extraían aquella gelatina amarillenta.
Hubiera preferido no encontrarlo. Y estoy segura de que Camila no sabe con que material la estan
untando. Finalmente siento que me voy acercando a la conclusión de que no es tan arbitraria e idiota mi teoría que afirma que las personas que se dedican a realizar ficción del género terror tienen una conexión muy directa con las fuerzas del mal.